Despertó de un tirón, no hizo falta que le incomodara la luz que traspasaba la cortina que se supone entorpece el resplandor, una vez más es tarde. ¿Tarde para qué? Para su rutina mal llevada de lo que es su vida por debajo de los 30. Le toma unos minutos despabilarse, una taza de café, un vaso de agua al tiempo y unos cuantos escalones y regresa al punto de inicio, debe alistarse antes de que sea más tarde. ¿Tarde para qué? Para el trabajo del que no debería ser malagradecida ya que paga bien y no exige mayor esfuerzo de su parte. Baja apresurada, toma las llaves y se percata que la sensación de vacío en su estómago no la dejará avanzar, así que toma una fruta del sobre imitación de mármol y ahora sí se dispone a desafiar el clásico caos de un día laboral.
Es usual que todos los que están apretados de tiempo tomen el Corredor, aquella vía que es más rápida que las de uso general por la que pagas por desmadrarte a más 100 Km. por hora, con esto gana unos minutos de lo tarde que ya va.
Llega a su sitio de trabajo, se acomoda en ese frío y gris espacio, se posa frente a la caja mágica procesadora de información que recientemente es XP y realiza su primer contacto con el mundo, es un acercamiento con arroba seguido de un punto y com.
Pasadas las 10 es momento de estirar las piernas y de interactuar en ese espacio compartido. Al no tener que compartir se decide a tomar su dispositivo móvil e introduce una serie de ocho números y al otro lado, después de dos timbrazos, alguien contesta una voz masculina muy familiar suaviza la rutina. Un intercambio de palabras y estaba lista para colgar.
Continúan pasando las horas. Se paga por la productividad o por el tiempo robado, no se sabe todavía.
Llega a su mente la reflexión que la vida se pausa 40 horas por semana, este tiempo es intercambiado por los verdes que puede disfrutar las 128 horas restantes pero luego se acordó que por lo menos 6 horas usualmente nocturna las utiliza para soñar estando dormida o sea que gasta lo gana en 82 horas de las cuales unas 20 se las entrega a los tranques, a bajarse, subirse, acomodarse. O sea que finalmente son 62 de esas horas las que deben repartirse entre su familia, amigos, compañeros, pareja y extraños además del descanso, comer, bañarse entre otras cosas que necesitan tiempo. ¡Ya está! Su vida tiene un cronograma con cronómetro.
De pronto se abruma y se aburre de pensar que no sólo ella sino todos tenemos los días contados y las horas ya comprometidas. Para qué profundizar y sentirse melancólica por algo que desde el principio de la vida del hombre sobre la tierra ha pasado y va empeorando. La inhabilidad de separar las responsabilidades del disfrute de la vida misma, olvidando el propósito inicial del hombre. Como todo cuesta hay que trabajar. Entre más trabajas en algunos casos más ganas, por lo menos esto sería lo ideal.
Llegó la hora de salir nuevamente a las calles que pertenecen al mundo que no deja de girar, razón por la cual se encuentra con la tarde y no con la mañana. El cuerpo cansado pide reposo, llega justo para cerrar sus ojos y soñar con todo lo que quisiera hacer como si estuviera despierto. Es el único momento que hace lo que quiere cuando quiere, parece que durara una eternidad pero de pronto le toca despertar para darse cuenta que va tarde otra vez.
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